Querido diario de ausencia:
De nuevo siento la ausencia de “M”. Esta vez es más dolorosa porque no es una ausencia física y total como la anterior, es una ausencia programada y que tan solo afecta al plano sentimental.
En estos días he sufrido una regresión a mi adolescencia. He abierto una puerta y cruzado su umbral transportándome en el tiempo y el espacio. Ahora vivo en 1998 o algo así. No hay videos beta y Naranjito es un recuerdo doloroso todavía. Vivo con mis padres y todo me resulta muy familiar pero a la vez extraño. Es como el primer día de vacaciones en que todo lo que te rodea es conocido pero echas de menos tus cosas habituales, las de tu casa de verdad. Y como te encuentras en un estado melancólico crónico, en un momento trascendental de tu vida que todo tiene un significado profundo, encuentras en cualquier cosa una especial emoción. Las fotos de hace 200 años de tu madre que salen tus tatarabuelos te hacen recordar lo efímero de la vida, tus fotos de nano que te hacen hablar contigo mismo preguntándote como has llegado hasta aquí.
Si porque no se puede evitar que eres hijo de tu generación. La generación x ha nacido con la tv, con miles de películas, de juegos y de momentos míticos trascurridos casi todos en California. Entonces mi situación actual me convierte en el “desvelado de Seattle” (de la peli de Tom Hanks que acaba liándose con Meg Ryan). Y como tal, me surgen preguntas, no a mí, a mi personaje en la peli. Preguntas como la manera de ligar actualmente o que buscan las mujeres hoy. Preguntas que se adelantan en el tiempo al desenlace de la situación. Y mis amigos, que son de mi generación, asumen su papel y mi invitan a comer y a cañas pero en una actitud californiana. Yo no conozco a nadie que haya estado en L.A por cierto. Así que yo, preferiría el papel de cualquier filme español en el que los amigos juegan al guiñote y ponen a parir a la ausente mientras hablan del océano que existe para olvidar una gota (todo esto metafóricamente hablando para no caer en frases poco correctas políticamente hablando. Pero que todos sabemos a que me refiero).
Y ahora, viviendo en los noventa de nuevo, con camisetas de U2 y libros de Herman Hesse al lado de la cama, sin tener que preocuparme de los deberes o los exámenes, sin la condena de hacer la comida y la cena, no se disfrutarlo como debiese. Lo que hace años hubiese sido una bendición sin tener que dar explicaciones a nadie e inventar cientos de excusas por llegar tarde, hoy es una maldición. Es algo anacrónico, no vivo mi tiempo y aunque no se esta mal comido, cenado y arropado por las noches, tengo un vacío interior extraño. No disfruto escuchando a “Guns and roses” o videando “Top Gun” mientras que me pone nervioso los montoncitos de ropas de mi habitación. ¿En que me ha convertido estos años de convivencia con “M”?. Ahora, que me podría poner el viejo sueño de un pendiente sin la amenaza de mi padre, ahora que tengo coche propio para ir donde quisiese y sin depender de las pelas que me diesen por una lado mi padre y por otro mi madre (sin conocimiento alguno entre ellos) y familiares. Seguramente serán esas canas que me salen por la cabeza o el recuerdo de “M” que me atormenta. No lo sé….
Allí estoy, comiendo con mis padres y hablando de cosas triviales como el vecino, Arguiñano y el tiempo mientras veo la mirada de mi padre en la que me dice que soy un gañán. Creo que le caía mejor “M” que su propio hijo. Yo pensaba que cuando me fuese de casa y volviese lo haría rico y famoso, como en las pelis o en los libros de “El pequeño Nicolas”. Soy de mi generación, lo dicho. Referentes para seguir adelante; “Leaving las vegas” (no puedo beber, me emborracho), “Los inmortales” (Claramente no soy inmortal, me corto con el jamón y sangro un montón)