Mis queridos lectores (al menos
cientos de vosotros) se extrañan que “M” no se haya ausentado en tanto tiempo.
Pero nada más lejano de la realidad. Casi tengo que empezar a escribir las
presencias por inusuales que las ausencias por su normalidad. Ahora mi femelina
y detestable “M” se encuentra en Valencia tras 2 noches en este nuestro hogar
previa semana de duro trabajo en Madrid. Vive con una maleta en la mano, habla
constantemente por teléfono y se maquilla a diario para video-conferencias y
eventos. Tiene hasta una agenda de la que no se despega y mira continuamente el
reloj de su móvil nuevo. El stress ha entrado en su vocabulario y no consigue
sacar tiempo para correr por “Central park” aumentando lo primero y en
detrimento de este pobre y olvidado cronista.
El pobre y olvidado cronista
sigue pasando su temporada de nieve en una ausencia constante que no sonante.
También he sufrido cambios en esta ausencia prolongada. Ahora la noche se me
hace corta porque me duermo en el sofá como un bendito mientras la madrugada se
me hace eterna. Podría desayunar 2 veces, preparar una comida de Navidad para
el descanso en el curro (si lo hubiese) y limpiar la casa antes de pasear (hogar-Barbenuta)
a Colette, llevarla a casa de mi madre y sentarme a esperar mi coche. Solo he
de deciros que me he duchado 3 días por la mañana y ninguna porque lo
necesitase o porque quisiese…por aburrimiento todas ellas.
Ya no recuerdo el olor de su pelo
a vainilla y cardamomo cuando me acuesto en la cama. Sus rizos rubios, sus ojos
verdes y sus labios carnosos son una dolorosa imagen grabada en mi memoria. He
de mirar fotos para recordar sus generosas y turgentes formas en esos vestidos
vaporosos que tanto le gustan. Ya no escucho su dulce voz aterciopelada
deseándome felices sueños o sus labios susurrándome al oído que es tarde y que
tengo el desayuno en la mesa. Es difícil después de tanto tiempo….De hecho
puede que la tenga un poco idealizada en la ausencia.
Sea como sea, mi vida se hace
triste en la ausencia. Mi existencia es aburrida en una solitaria casa sin
ascensor y sin cervezas en la nevera. Que gano otras cosas; lo sé. Pero en la
vida hay cosas más importantes que respetar un horario o el sexo. Cosas
pequeñas como la dulzura de “M” cuando regreso cansado del trabajo y deja todo
para sentarse y hablar del día conmigo. Otra cosa que extraño es volver y encontrarme
el pan recién hecho en la mesa y que ha salido a comprar haciendo un alto en su
trabajo. Por no hablar esos días de frío en los que al cruzar el umbral de la
puerta percibo el calor y olor del fuego que ha encendido mi femelina y añorada
“M”. Lo dicho; pequeñas cosas que quizá igual también tenga idealizadas en la
ausencia.
Hablando de esto entenderéis como
siento esta ausencia, las carencias que sufro en esta claustrofóbica soledad. Y
eso que solo hablo de lo superficial. No os hablo del apoyo incondicional en
todo momento cuando las derrotas del pádel se me hacen insoportables. La
indiferencia que muestra cuando me niego a ducharme. La total entrega hacia mí
cuando intimamos independientemente de que le duela la cabeza, tenga el cuerpo
líquido, se haya dormido, tenga trabajo, esté cansada, super-cansada, ausente,
desganada, asexual, célibe perdida o se la coman diferentes grupos étnicos.
Claro que igual tengo que decir que la ausencia prolongada me lleve un poco a
la idealización de “M”.