jueves, 27 de septiembre de 2018

Room 35





Sofá, soledad..Al menos el fresco entra por el balcón haciéndome la ausencia más llevadera.  Pero no adelanto acontecimientos porque voy muy rápido. Todo esto empieza antes, hace 3 días. La ausencia fue enorme. Fue tanta la ausencia que hasta faltaba yo. “M” y yo, a las 08,30 de la mañana estábamos esperando el ave en Huesca para ir a Madrid.  Allí con la gallinita de Paco M.Soria clavado en el andén en un estado cercano al febril  siendo participe de una ausencia. Y he de decir que fui el inductor, la mente gris de la ausencia que ahora sufro en un alarde de envalentonamiento etílico.
Poco importa el inicio de dónde se gestó la ausencia. Estoy en Madrid, 40 grados y kms de tatuajes y barbas por delante. Tengo calor y mocos y mi casa está lejos. Mi mente recuerda el cantar de los cantares que leíamos en el cole de “Por la meseta castellana, polvo sudor y hierro” mientras vagamos por callejuelas jalonadas de baretos chupis y tiendas de ultramarinos vintages, verdulerías castizas atendidas por chinos y anuncios de corridas de toros de Manolete. Estoy en Malasaña y no es una comida italiana. Tengo fiebre
Luego todo mejoró cuando en la ausencia tórrida de la meseta castellana (barbas, sudor y cañas) hicimos un hallazgo maravilloso; los patinetes. Pasas calor igual pero no andas, te deslizas cual hippster x aceras y paseos de la villa y corte. Subimos por Serrano, cruzamos por conde de Casal, llegamos a príncipe de Vergara, nos equivocamos por 3 condes antes y retomamos el camino correcto por una par de marqueses hasta llegar a la ansiada nº35.
Somos artistas o ricos excéntricos del mundo de la informática. Mi socio (el listo) y yo (el huraño) pisamos la alfombra del hall del hotel habiendo sorteado a los fotógrafos y sin que los medios se hayan enterado.  No te damos el dni de verdad para que no se filtre a la prensa que por 2 duros no conocéis a nadie en los 5 estrellas. “M” no quiere venir a probar la 35 así que solo hay vino sin rosas que nos invita el hotel. Tenemos cena en la meseta castellana (mocos, sudor y patinetes) pero volveremos a las 35 para que nos inviten a unas cañas en la terraza.
Ahora entiendo a los de podemos con sus coletas y sus camisetas entre tanto traje y corbata con el calor que da. Los miro por encima del hombro mientras huelo el chateau-bried que acabamos de meter a la 35 y mi socio le pide un papelillo al ministro de hacienda de Bielorusia. Somos los reyes de los pelanas en la capital del reino.
Mañana tendremos un desayuno con Ferrán y una charla coloquio en el palacio de cristal, regado en la plaza Santa Ana (que esta al fondo de la calle del marqués de no sé qué que cruza a la del conde de no sé dónde paralela a conde de no sé cuantos) con una comida frugal. Y para acabar el día aún veremos las cruces de San Jorge correteando por el wanda.
Los cuñaos nos aburguesan. La triste realidad es que hoy me he pintado 4 baños y no tenia servicio de habitaciones. Eso sí, ahora llevo una chaqueta.