Ahora que las nubes descargan
tormentas por la noche y el polen barre los valles con furia, “M” se va. Se
hace su maleta alegremente por la noche llenándola de vestidos floridos,
braguitas de fantasía y medias evocadoras y con el cuerpo líquido se acuesta esperando
que la alarma le diga el momento en el que ha de dejarme en una ausencia
primaveral. No hay una despedida cargada de frenesí esa noche. Tampoco la hubo
la anterior. Ni siquiera la semana pasada.
Suena el despertador. La oigo
temprano de madrugada. Ella, femelina figura envuelta en sombras, todavía
mostrándome su desnudez, abre armarios y cierra. Me gustaría decir que
dulcemente pero la realidad es que lo hace al son de fanfarrias y de tambores.
No sé si los toca ella o es el “Blaxter” pero poco importa a las 6 de la
mañana. El mal ya está hecho; estoy despierto y consciente de la ausencia.
Allí estoy yo sentado en la
penumbra a las 7 de la mañana con un largo día por delante y la ausencia
clavada en el pecho. Tengo mucho que hacer y eso es un consuelo. Al igual que
los romanos hace 2000 años he de sacar piedras y cargarlas, trabajar la tierra
para plantar y vivir con la ausencia de una virgen vestal.
Pero ella revolotea a mí
alrededor con sus largas piernas ceñidas en un tejano. Se agacha y su trasero
firme y embutido en azul me recuerda lo básico de mis instintos. Vuelve a
agacharse, busca algo (o todo conociéndola) que ha olvidado, traspapelado,
perdido o extraviado y tengo que alargar la mano hacia el objeto del deseo. Es
temprano lo sé, ha de coger un tren pero lo primario de mi ser aflora y tengo
que saltar sobre ella y reducirla. Bueno tendría que haberlo hecho. La puerta
suena y el ruido de las escalera decrece…se ha ido.
Mi cuerpo esta dolorido porque el
tiempo pasa y el joven valiente y optimista que abrazaba la filosofía punk de
principios de los 80 ya no existe. De hecho, cuando “M” desliza su femelina
figura más allá de Monrepos, las nubes acuden en masa desde allende los mares
para joderme y acrecentar mi consciencia de ausencia. Su detestable señoría ni
siquiera llamará para hacerme saber que ha llegado, que me echa de menos y se
muere por volver a mi regazo. Yo que lo he dado todo por ella…
Planes, orden y provecho es lo
que me marco en esta nueva ausencia. De nuevo me amparo en mi modelo metrónomo
para llevar esta cruz. Pero el desastre se asoma en forma de nubes y las
amenazas me rodean. Internet se esfuma, el ordenador da fallo térmico, la
lluvia me impide trabajar y salir con la bici, pierdo el drive jugando al tenis
y más tarde el revés, en la tv todo el mundo
“punchando” y artículo que cae en mis manos versa de sexo, Podemos
resurge(..)
Mi estabilidad se pierde. Mi plan
maestro está diseñado para luchar contra la ausencia no contra los elementos.
Estoy desquiciado y atrapado en la adversidad. Tengo un partido de pádel esta
tarde y una final de Champions y me temo lo peor.
¿Cómo prevalecer? ¿Cómo
mantenerme firme? Eso lo contaré más adelante, no se pierdan la siguiente
entrega.
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