Podría estar disfrutando de mi
recuperada libertad. Libertad….no tanto. Empiezo de nuevo: Podría estar
disfrutando de mi libre albedrio plenamente. Vivir sin horarios y
tranquilamente, sin grandes cosas, trabajando por las mañanas, salir en bici o
tenis por la tarde, una birra al caer el sol con “M”..Nada. Se enteró “M”
cuando acababa y compró un billete para Madrid el mismo día. Femelina como es
ella, se puso el vestido negro en la maleta (olvidó meter el cargador y las
tarjetas seguro) y con una maullido acentuado en francés se marchó.
Yo, acostumbrado a estas
ausencias ya, me quedé resignado a sufrir la soledad, la ansiedad y el
ostracismo. Tras pasar el día ahogado en rencor y planeando la rebeldía
Ricardista (todavía sin adeptos) y encontrarme el alba hiperventilando en el
sofá, la mañana me hundió en la melancolía. Había decidido tener parte activa
en esta ausencia pero el entorno anti-ricardista se ha empeñado en que sufra
esta pasivamente. Cenas en brasas etílicas, viajes para aquí, para allá, ahora
tal, ahora pascual…
Ya no duermo a la hora ni me
levanto temprano, no disfruto de mi cueva porque la ansiedad se me come. Mi
vida es un sin vivir. He perdido el zen que me ha acompañado durante los
últimos días y no me levanta el ánimo ni Federico. Ya no sonrío las 3 veces de
rigor mientras escucho los podcast. He perdido el ánimo y camino de perder el
apetito voy.
Ayer pedaleé con furia subiendo
entre antiguos robles para recuperar ese zen perdido. En momentos parecía que
ese punto de equilibrio volvía a inundarme pero era un espejismo. Los mínimos
detalles cuentan mucho y perderte en el mismo camino 2 veces no ayuda. Hoy en
día todo el mundo se entiende capaz de poner cartelitos indicando cual es el
mejor camino, la dirección para andantes, para bicicleantes, automovileantes,
el camino que es tuyo personal, otro que acaba en chufa(..). Así que cuando te
has recobrado y estas metiéndote en ese limbo de sufrimiento aparece un cartel
que te indica un camino. Te metes (mal!) y te das cuenta que el camino se
cierra y los muros se han desplomado. Media vuelta y siguiente desvío que acaba
en cartelito de propiedad privada contradictorio con el de tráfico rodado. Ya
cuando retrocedes no tienes ese bienestar. Y una vez levantas la bici para
sortear un muro desplomado mientras las zarzas te rodean las piernas ni
siquiera recuerdas el concepto ese de zen. 20 metros más adelante, el bosque te
envuelve, empiezas a hiperventilar y te apenas no tener un machete para selvas
tropicales. Cuando llegas a un claro el
camino se abre y llegas a un cartel que ya has estado antes que te dice que es
privado.
Y mientras bajo por ese camino (temeroso
de que salga un pastor con una pipa para dispararte por allanar sus tierras
ancestrales) el móvil comienza a sonar. Whatsup, llamadas pérdidas, alertas
varias….Ha habido un ataque termo-nuclear en mi ausencia de cobertura?.
Si había un momento en el que
estaba bien, recuperando mi zen y venciendo a la ausencia, ese momento me
devolvió al vértigo de la ansiedad. Nos adentramos en tierras ignotas….