Nueva ausencia. Aquí estoy solo y
meditabundo. He dicho triste? Pues triste también. Tan triste y decepcionado con lo que me rodea que he
decidido volver a mis orígenes. Dónde? A la soledad de una caverna lúgubre y
fría. Al ostracismo y la incomprensión por parte de una sociedad que no deja de
expresarse.
Pero no me quedaré aquí mascando
mi soledad y el olvido al que me han postergado, renuncio a pertenecer a esto.
Me emancipo. Declaro la Monarquia absoluta del rey en su ausencia D. Carlos. A
tomar por culo! Dios, cueva y rey. Hoy es el primer día de este reducto
absolutista en un mundo democrático en el que todos pueden decir tonterías y
dar su opinión. Aquí en ausencia de D. Carlos (y no lo espero) se dice lo que
diga yo, se hace lo que haga yo y cualquier acto discrepante conllevará penas
sin ningún tipo de garantías jurídicas ni ostias en vinagre. Principalmente
porque la cosa es más rápida así. Quién hable de dialogo en la cocina se va
cómo mínimo desterrado al portal. No porque me vayan mal las discrepancias no;
porque contradice al infante cuya designación no es por un simple sufragio de
un pueblo sino divina. El mismo Dios ha designado a D. Carlos como soberano de
un pueblo señalándolo con su dedo creador.
Punto.
Además, sinceramente si Dios lo
quiere..Quién puede contradecirme? Y más importante, cómo quedarme con este
mandato divino solo para mi cueva? Esa es la
gran contradicción del Ricardismo, el saber la tenencia divina de la
razón y no tratar de imponerla al resto. Un fin elevado constreñido al solar
propio.
En fin, resistiré en mi retiro
voluntario y edificaré un Ricardismo fuerte para asaltar a todo aquello que me
ha ultrajado y me ha apartado. Llegará un día en que los cumpleaños estén prohibidos
y se juzgue a sus promotores y celebrantes y hasta los que han vendido esos
juguetes en un sedicioso mercantilismo. Esa casta pueril y burguesa que poco a
poco mina los valores fundamentales de esta sociedad tendrá que pagar con esas
fortunas amasadas en el Monopoli u otros juegos de mesa. Esa élite vil que
aparta al diferente por miedo y envidia y se esconde detrás de barbacoas y
migas. Llagará el día en que se prohíban los mítines donde se acusa al virtuoso
por escéptico y sobrio amparándose entre croquetas, saquitos y calamares. Ese
día, no muy lejano, no seré magnánimo como nuestro D.Carlos lo fue, ese día
seré justo y me apoyaré en la virtud para sentar las bases de un nuevo régimen.
El Régimen absolutista Ricardista
luchará por una sociedad que haga lo que me apetece a mí. Mejor dicho, el régimen
Ricardista basado en los pilares del Carlismo (que solo contempla la
legitimidad del rey D.Carlos, en la gloria esté) creará una sociedad en la que
NO se haga lo que NO me apetece y la gente tenga que hacerme mucho la pelota. Eso
sí, todavía no se si represaliar a esa gente que discrepa conmigo o ha
conspirado contra mí.
Aunque para eso queda todavía mucho
tiempo. De momento me quedo aquí en la cueva, en la soledad lúgubre de la
tierra mascando mi decepción con el entorno. Quizá aproveche el barro de mis
zapas para dibujar en el techo escenas de caza…
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