lunes, 25 de septiembre de 2017

Ricardismo



Nueva ausencia. Aquí estoy solo y meditabundo. He dicho triste? Pues triste también. Tan triste y  decepcionado con lo que me rodea que he decidido volver a mis orígenes. Dónde? A la soledad de una caverna lúgubre y fría. Al ostracismo y la incomprensión por parte de una sociedad que no deja de expresarse.
Pero no me quedaré aquí mascando mi soledad y el olvido al que me han postergado, renuncio a pertenecer a esto. Me emancipo. Declaro la Monarquia absoluta del rey en su ausencia D. Carlos. A tomar por culo! Dios, cueva y rey. Hoy es el primer día de este reducto absolutista en un mundo democrático en el que todos pueden decir tonterías y dar su opinión. Aquí en ausencia de D. Carlos (y no lo espero) se dice lo que diga yo, se hace lo que haga yo y cualquier acto discrepante conllevará penas sin ningún tipo de garantías jurídicas ni ostias en vinagre. Principalmente porque la cosa es más rápida así. Quién hable de dialogo en la cocina se va cómo mínimo desterrado al portal. No porque me vayan mal las discrepancias no; porque contradice al infante cuya designación no es por un simple sufragio de un pueblo sino divina. El mismo Dios ha designado a D. Carlos como soberano de un pueblo señalándolo  con su dedo creador. Punto.
Además, sinceramente si Dios lo quiere..Quién puede contradecirme? Y más importante, cómo quedarme con este mandato divino solo para mi cueva? Esa es la  gran contradicción del Ricardismo, el saber la tenencia divina de la razón y no tratar de imponerla al resto. Un fin elevado constreñido al solar propio.
En fin, resistiré en mi retiro voluntario y edificaré un Ricardismo fuerte para asaltar a todo aquello que me ha ultrajado y me ha apartado. Llegará un día en que los cumpleaños estén prohibidos y se juzgue a sus promotores y celebrantes y hasta los que han vendido esos juguetes en un sedicioso mercantilismo. Esa casta pueril y burguesa que poco a poco mina los valores fundamentales de esta sociedad tendrá que pagar con esas fortunas amasadas en el Monopoli u otros juegos de mesa. Esa élite vil que aparta al diferente por miedo y envidia y se esconde detrás de barbacoas y migas. Llagará el día en que se prohíban los mítines donde se acusa al virtuoso por escéptico y sobrio amparándose entre croquetas, saquitos y calamares. Ese día, no muy lejano, no seré magnánimo como nuestro D.Carlos lo fue, ese día seré justo y me apoyaré en la virtud para sentar las bases de un nuevo régimen.
El Régimen absolutista Ricardista luchará por una sociedad que haga lo que me apetece a mí. Mejor dicho, el régimen Ricardista basado en los pilares del Carlismo (que solo contempla la legitimidad del rey D.Carlos, en la gloria esté) creará una sociedad en la que NO se haga lo que NO me apetece y la gente tenga que hacerme mucho la pelota. Eso sí, todavía no se si represaliar a esa gente que discrepa conmigo o ha conspirado contra mí.
Aunque para eso queda todavía mucho tiempo. De momento me quedo aquí en la cueva, en la soledad lúgubre de la tierra mascando mi decepción con el entorno. Quizá aproveche el barro de mis zapas para dibujar en el techo escenas de caza…


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