Llegué a la hora habitual a mi
lugar de trabajo. Los jardines vacios y el sol cayendo a plomo una tórrida
tarde de junio. El sopor evita que el paisaje solitario me alegre. Mi cansino
pedaleo me lleva a la fuente para llenarme una botella de fresca y cristalina
agua. Y después el cansino pedaleo me dejará ante la puerta de la “oficina”.
Todo quema y paradójicamente, dónde más sufro la intensidad del calor (y los
rayos gamma, ultravioletas y x que seguro está disparando el astro rey) es en
la piscina.
Tras utilizar varios tipos (todo
esto con paso cansino) de compuestos químicos y mezclar otros, buscar la
fórmula para hacer meta y exponerme a su contacto en forma gaseosa y líquida,
salgo con mi sombrero vaquero de ese infierno. Busco aire fresco y programar unos
riegos que mitiguen lo tórrido de la tarde al elemento verde. Regreso a los
jardines vacios del principio.
Ahora los jardines están llenos
de niños con globos de colores. Parece Disneyland Paris en vez del sosiego que solo hace una
hora había dejado. En una mesa a la sombra hay un grupo de yonkies apretados
arremolinados sobre algo y con litronas en la mano. Paso al lado y me doy
cuenta que son padres alrededor de una tarta con pocas velas y mucho chocolate.
Las manadas de niño corren dejando tras de sí trocitos de papel, confeti,
globos, mocos y alguno sujetándose la rodilla y sin poder coger oxígeno para
llorar a gusto.
El suelo reverbera el calor que
acumula y todo parece irreal. Programo las minas anti-persona en todos los
jardines para la misma hora. 10 minutos después se pondrá en marcha el programa
B y los aspersores de napalm comenzarán a funcionar. Perdón, el agua del riego.
Abro llave 1 con familia de arañas venenosas. Abro llave 2 con escolopendra
columpiándose. Salen alacranes del fondo cuando el agua fluye por los tubos.
Una hidra trata de agarrarme la mano y cuando Polifemo se levanta cierro la
tapa de la cueva de los horrores. Listo.
Hace calor y las criaturas gritan
y corren por todos los sitios. Y de entre esa marea veo como se abre paso la
capucha roja que oculta un rostro femelino. Será el espectro de “M” que lo
proyecta desde su ausencia o serán mis deseos que la traen?. Claro que puede
ser también la química de estos días y la falta de sueño….
Corro hacía la figura mientras el
agua difuminada sale por todos los aspersores del jardín. Los niños comienzan a
mojarse y elevar cánticos al unísono. Alcanzo a la figura y cogiéndola por
detrás le pregunto: ¿Dónde vas Caperucita?. De espaldas y sin girarse me
contesta que va al rio a lavarse el coño. El cuento ha cambiado bastante. Su
voz no suena a “M” y ella jamás diría “coño” ni para recrear el chiste. Ella
utilizaría la voz antigua del euskera “txomino”. Dirás que vas a ver a tu
abuelita al bosque? –le observo yo para ganar tiempo cada vez más
desilusionado. “Si papito, lo que tú quieras” me dice la figura antes
misteriosa y femelina. “Quieres acompañarme..”
Los niños están tirando los
trozos de columpio que previamente han destrozado contra un grupo rival que
lanza piedras que sacan del muro. Van encapuchados todos y siguen con sus
cánticos en la vorágine de violencia que desatan. Se pegan con las banderas del
toys arus que han sacado de no sé dónde mientras otros llenan biberones molotov, cruzan los carritos de sus
hermanitos y se organizan para cargar. Las madres siguen con su parloteo y de
vez en cuando alguna grita que no apunten a los ojos o que merienden antes de
pegarse.
Yo vuelvo triste al trabajo y
cagándome en la globalización me bebo un trago de cloro y me limpio las manos
con salfumán (el super-héroe no, el químico) Cómo iba a ser “m”, que cegado
estoy y cuanto mal hacen los programas de misterio de la radio. Si conoces la
palabra bilocación es algo para mirártelo. Debería ir a un psico-análisis?
Debería ordenar mi vida cuando sufro una ausencia?
Fuera, los disturbios arrecian,
ahora los niños tienen rehenes (entre ellos la caperuza roja que gritaba que pusieran regetón y no híce nada por salvarla) y amenazan con matarlos si no viene un pokemon a
dialogar con ellos. Las madres dicen que solo se están expresando y siguen con
su soporífera charla mientras los antidisturbios no saben qué hacer.
Yo sigo esperando un regreso femelino y
canino para poder dormir.