Aquí sigo. En un infierno de
calor donde el sol es nuestro verdugo. Aquí no viene la brisa desde el centro
del Atlántico para refrescarte. No hay atardeceres largos donde el sol se hunde
en el mar en rojo y amarillo mientras la cerveza sabe a miel y la sal parece
que hace crujir tu piel. Tampoco hay olas. Ni siquiera hay espumas.
“M” lo tiene todo: la brisa, las olas, las espumas, la birra
que sabe a miel, a Colette y los atardeceres llenos de rojos y escotes
exuberantes, piernas torneadas, ojos candorosos, labios sugerentes (..) y si,
musculados surferos también.
Biarritz es un lugar lejano desde mi posición actual. Si a
eso le unes que no has dormido y que estas en una ola de calor, tu vida parece
desdichada. Dan ganas de alcoholizarte
Principio
de Septiembre.
Este parrafito es lo último que
escribí en este diario de ausencias. Solo distan 20 días entre uno y otro.
Cierto es que también distan muchos kilómetros entre uno y otro, diferentes
latitudes y sobre todo mucha tierra. Pero al final, para mí, el significante es
el mismo; soledad.
Me acabo de levantar y en un día
todo mi reloj biológico se ha esfumado. Son las 10 y ayer me dormí a las
tantas. Vi una copia de la copia remasterizada de la copia de una peli de
vecino asesino y madre guapa incluida.
Jugué el partido de pádel más insulso que pueda recordar y noté el aliento de
la ansiedad durante todo el día. Son las fechas. Es el cambio de estación que
hace que la gente que me rodea migre a saber dónde y porqué. Estoy solo en una
estación extraña y rodeado de gente ajena. Y no mejora porque día a día me
duermo más tarde, veo pelis más anodinas y juego peor a lo que sea. Un tenis?
Desastre. Un pádel? Horrible.
Somos animales que con el cambio
de estación, cuando el calor deja paso al otoño migramos en bandadas haciendo
una v con el líder en su vértice marcando el camino. Los de atrás darán
graznidos reforzando la posición del guía y demostrando su sumisión. Puede que
se busque alimento, puede que se busque el calor o puede que solo se migre por
una cuestión de ese instinto animal que todavía nos queda escondido en algún
recoveco de la mente. Un instinto que viene dado por lo atávico de las
tendencias que en nuestra época nos hacen parte de una gran manada. Lo que dice
tal web es tendencia o lo que dice cual en tal blog es trendy y así obligatorio
y dogma. Hay que ir graznando migrando de un lado a otro tras el líder con una
lista de sitios trendy e imprescindibles para retornar la próxima estación y
graznar a la manada.
Puede que sea algo de nuestra
condición animal o puede que sea una conspiración contra mi persona. Puede que
todo confluya en unas fechas para joderme el karma. Puede que mi rutina, mi
recta y ordenada vida ofendan a toda esa
gente que me rodea y quieran perturbar mi paz y mi armonía, mi revés y mi
drive.
Pero no quiero hablar de esto y
quejarme porque como siempre; tengo un plan. Esta vez el proyecto es muy
ambicioso. Releyendo el párrafo de hace un mes también me he acordado de los buenos momentos.
Voy a planificar un pequeño Biarritz aquí en mitad del Piri. Al menos actuaré
como si lo fuese. Quiero que “M” sienta envidia de mí allí donde está.
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