De nuevo escribiendo aquí porque
“M” se ha ido. Otra ausencia que se suma a una gran lista de lacerantes
abandonos hacia mi persona. Estoy solo tras largos días rodeado de gente en
todo momento. Días navideños de intensa actividad en los que la llegada de la
tranquilidad es lo único que te permite seguir en pie y luchar. Días de grandes
excesos, de pantagruélicas comidas y colas. Colas para coger una silla, colas
para pedir una birra, colas para ir al baño, colas arriba, colas abajo…..Y el
día que todo vuelve a la normalidad, el día que las colas se extienden desde
las montañas hasta las ciudades en forma inversa, el día que se acaban las
colas, ese día, “M” se va.
Y ese día cuando llego al hogar,
al abrir la puerta no se escucha nada. Estoy solo en una casa rebosante de
actividad hasta hace unas horas. El silencio oprime la atmósfera antes cálida y
ahora gélida. Han pasado las navidades y han arrasado con todo. No me han
dejado nada. Ni Santa ni Reyes ni “M” ni nada. Estoy solo. Totalmente solo. Tan
solo que no está ni Colette que tenía que pasar a recogerla. Camino y mis
pisadas resuenan en el pasillo haciendo ecos en la nada más absoluta. Es el
espacio, el vacio, gravedad 0. No hay ruidos. La soledad me envuelve. Doy otro
paso dentro de la casa. “Es un pequeño paso para el hombre pero uno enorme para
mí”. Ya estoy dentro. Me muevo con dificultad pero me siento ingrávido. El
segundo paso me lleva hasta la mitad del
pasillo y allí en medio planto mi mochila colonizando el inerte piso;
“no me vas a pillar”
Claro que en un ambiente
totalmente nuevo para mí, los peligros son irreconocibles. La nada no era tan
nada. En el vacio absoluto de esta nueva atmosfera, flotando, habían quedado cientos
de virus. Y cuando me quité la escafandra tras analizar si era respirable ese
nuevo mundo entraron en mi organismo cientos de estas amenazas invisibles. La
gélida atmosfera me hizo pensar que era la evolución de mi catarro pero poco a
poco se fueron haciendo fuertes en mi organismo. Pero esa otra historia…
En ese ambiente nuevo tuve que
adaptarme con rapidez para sobrevivir. Primero fui a ponerme la crema para
hidratarme tras un largo día al sol; no estaba. Alguien se la había llevado a
lejanas montañas. Improvisé y utilicé otra parecida. Hacía frio. Fui al armario
a buscar algo que me abrigase y fuese cómodo. Tenía la prenda ideal que
recientemente el cuñao me regaló. Y así fue, literal…la tenía. Así que en ese
momento me encontré expoliado y a merced de la injusta ausencia. No tenía
esquíes, tenía frío, la piel quemada y la soledad me atenazaba el corazón.
Solo me quedaba el ingenio para
salir de esta situación. Volví sobre mis pasos y salí a la calle. Una vez allí,
crucé el río por calles vacías y aceras heladas hasta casa de mi madre. Tras la
puerta me esperaba el calor, la crema hidratante y el apoyo para soportar mi
soledad. Abrí la puerta y al calor que me recibió se le unió el ruido de varias
voces, decenas de ellas, cientos de voces….Mierda!!!
Estoy solo y la temperatura sigue
bajando más y más. La femelina “M” me ha arrebatado todo. Todo? No todo;
siempre quedará Ruba. No. Tampoco estaba Ruba. Pero esa es otra historia…


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