La verdad es que vuelvo a estar
solo. Solo soltero y solitario como el sol. Un sol que baña constantemente las
solitarias calles del pueblo. Un sol débil
que significa que mientras lo veamos no nevará. Un sol frio en el valle y
cálido en altura que derrite la nieve. Un sol inútil perdido e insignificante.
“M”, tan detestable como este sol,
se fue el viernes a Madrid. Cargó su coche, montó a su padre, subió a Ada y
aceleró dejándome en su retrovisor con cara de pena cada vez más pequeño. Había
decidido entre Paulo y yo y no os digo quién ganó. Es difícil de aceptar que te
gane alguien con 7 meses sin ninguna experiencia bajo este sol frio feo triste
y vírico. Esa imagen es la que yo vi. El coche alejarse como tantas veces. Nada
más.
Nos sentíamos heridos de nuevo el
perro gato y yo? Si. Pero la experiencia nos decía que nos acostumbraríamos a
la ausencia como tantas veces; todo normal hasta aquí. Nos fuimos corriendo
Colette y pedaleando yo hasta el circuito rápido para cansar y dormir por la
noche.
Todo empezó cuando volvimos.
Flotaba una sensación extraña en el ambiente; algo había cambiado. El sol seguía
igual; se estaba escondiendo pero la actitud era la misma con una fantasmal luz. Era un vacio opresivo lo que nos rodeaba.
No había sonidos y la quietud se había hecho dueña y señora de todo y de todos.
Ni un alma en las calles.
Pregunté a uno de esos que perdieron el alma hace años y me respondió que de un
coche negro bajó una flautista. Comenzó a tocar una melodía y todas
la almas del pueblo la siguieron. Incrédulo le pregunté que hizo el a lo que me
respondió que fue al bar más próximo y lo comentó al resto de” muertos
chateantes”. Información que le supuso ser el nº1 en el bar durante el descanso
del guiñote y 2 rondas gratis. Un tipo listo…
Sudado todavía pero intrigado
busqué alguien que me diese más datos. El jodido sol se había retirado ya pero
todo seguía igual aunque ahora sin luz.
Ni un alma, ni un sonido…nada salvo ese vacío. Indague sobre aquella flautista
que me dijeron que tenía un culo tremendo, que su voz sonaba a un maullido a
veces, que Pilita le había llevado comida, que la llamaban “Cat woman”, que
..que …que que….20 qués más de estos y tenía la extraña sensación que conocía a
esa detestable flautista que había vaciado el pueblo de almas.
El vacio opresivo nos llevó a
casa al asombroso ”perro-gato” y a mí. No había luz, no había que ducharse
porque “M” no estaba, no había que limpiar por la ausencia, no había ropa sucia
fuera del montón de ropa sucia, no había que cocinar, no había nada que hacer….Nada.
No había nada. El vacio se había adueñado de mi casa también.
Nervioso salí a la calle. En la
calle no había nadie. Crucé el pueblo sin ver a nadie. Me acerqué hasta casa de
mi madre y al entrar vi que la vida seguía allí afortunadamente. Una vida
basada en el patchword que no en el carbono así que yo tampoco hacía nada allí.
Entré en Ruba para seguir mis pesquisas.
Colette no perseguía a los gatos porque no había gatos o porque no tenía ganas
de hacerlo. Yo tampoco tenía ganas de
entrar ni de indagar. ¿Qué podía hacer? No me apetecía leer, no quería ver tv,
no soportaba hacer nada en un vacio así. Colette no quería jugar al gato y al
perro, no quería pienso, no quería nada….
Fin de la primera parte.
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