sábado, 20 de diciembre de 2014

El gato de Allan Poe



Al filo de la lúgubre medianoche, cabeceando medio dormido, un sonido me alerta. Un visitante a tan intempestivas horas pensé. Abrí la puerta pero solo encontré la nada. Extrañado seguí leyendo el libro de Allan Poe hasta que de nuevo el ruido me sobresaltó. Es el viento y nada más pensé con mi alma rota.
De un golpe abrí la puerta y con un ronroneo un majestuoso gato entró. Sin asomos de reverencia y con aires de gran dama, se sentó en el busto de Palas encima del dintel de la chimenea. Posado inmóvil y nada más.
Esta felina de ébano cambio mis tristes pensamientos. Aun con tu cercenados bigotes y mochos, no serás una cobarde hórrida gata, vetusta y amenazadora. Evadida de la ribera nocturna ¡Dime cuando vendrás de  la ribera plutónica! Y la gata dijo: “Nunca más”
Me asombró que gato tan desgarbado pudiera hablar. No dijo nada más ni siquiera los gigotes movió. “Otros se han ido ya. Mañana él también me dejará.” Nunca más- maulló el felino recién llegado. Más este último “nunca más” una sonrisa irónica atisbé en el plutónico minino.
Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras –pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe maullar, aprendido de un amo infortunado q quien desastre impío persiguió o abandonó, acosó su soledad sin dar tregua hasta que su centinela solo tuvo un sentido, hasta que su esperanza solo albergó esa carga melancólica de “Nunca más”.
Maldigo mis lecturas románticas en la penumbra de mi mazmorra que torna mi lenguaje en prosa florida y ensalza la soledad y desventura de la ausencia. Maldigo a la colonia de oscuros gatos que al amparo de sociedades pro-lo qué sea proliferan alrededor de mi maullando falacias y promesas femelinas. Maldigo a mi guardián que permite mancillen mi salón con sus contoneos felinos los jodidos mininos. Y por eso grito al viento y al vacio de la nada que me envuelve: “Nunca más”
Chis pum.

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