Al filo de la lúgubre medianoche,
cabeceando medio dormido, un sonido me alerta. Un visitante a tan intempestivas
horas pensé. Abrí la puerta pero solo encontré la nada. Extrañado seguí leyendo
el libro de Allan Poe hasta que de nuevo el ruido me sobresaltó. Es el viento y
nada más pensé con mi alma rota.
De un golpe abrí la puerta y con
un ronroneo un majestuoso gato entró. Sin asomos de reverencia y con aires de
gran dama, se sentó en el busto de Palas encima del dintel de la chimenea.
Posado inmóvil y nada más.
Esta felina de ébano cambio mis
tristes pensamientos. Aun con tu cercenados bigotes y mochos, no serás una
cobarde hórrida gata, vetusta y amenazadora. Evadida de la ribera nocturna
¡Dime cuando vendrás de la ribera
plutónica! Y la gata dijo: “Nunca más”
Me asombró que gato tan
desgarbado pudiera hablar. No dijo nada más ni siquiera los gigotes movió.
“Otros se han ido ya. Mañana él también me dejará.” Nunca más- maulló el felino
recién llegado. Más este último “nunca más” una sonrisa irónica atisbé en el plutónico
minino.
Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras –pensé-,
sin duda lo que dice es todo lo que sabe maullar, aprendido de un amo
infortunado q quien desastre impío persiguió o abandonó, acosó su soledad sin
dar tregua hasta que su centinela solo tuvo un sentido, hasta que su esperanza solo
albergó esa carga melancólica de “Nunca más”.
Maldigo mis lecturas románticas en la penumbra de mi
mazmorra que torna mi lenguaje en prosa florida y ensalza la soledad y
desventura de la ausencia. Maldigo a la colonia de oscuros gatos que al amparo
de sociedades pro-lo qué sea proliferan alrededor de mi maullando falacias y
promesas femelinas. Maldigo a mi guardián que permite mancillen mi salón con
sus contoneos felinos los jodidos mininos. Y por eso grito al viento y al vacio
de la nada que me envuelve: “Nunca más”
Chis pum.
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