miércoles, 1 de julio de 2015

Cloro zombie



Hace calor. “M” me ha relegado a la ausencia en mitad de una ola de calor. A mi alrededor eclosionan cientos de hormigas aladas y bebo. Bebo cientos de litros de agua, de coca –cola, de cualquier líquido que pase por mis manos; cerveza, gasolina, zumo, lo que sea,  me da igual siempre que esté fresco. Monto mi corta-césped y aspiro el calor que sube del motor mientras masco tabaco y saludo a los conocidos que caminan por mi desierto con un gesto tocándome el sombrero tejano de rejilla. Hace calor y tengo sed.
Soy un zombie. Un zombie que se refugia en sus riegos, céspedes y cloros para olvidar la ausencia, el calor, y la abstinencia. Un zombie piscineante que no puede dormir si no ve 1 peli y medía, se lee 2 capítulos de un libro insulso y escucha las cargas de Ney en Waterloo. Mis legañas me impiden ver el sol levantándose amenazador por Erata. Los zombies sueñan con nubes. Soy un zombie en mitad de una ola de calor y con síndrome de abstinencia. Una abstinencia atroz que te llena los hemisferios cerebrales de visiones y espejismos. Entras a mirar el cloro y sabes que lo que ves no es cierto, que es fruto de la reflexión de la luz en el agua y tus receptores del cortex cerebral dañado. Sabes que donde deberías ver un documental de Costeau estás viendo la mansión Playboy. Aquello que ves con tus globos oculares de zombie como Miss Febrero en realidad podría despedazarte en un momento si se sintiese amenazada, si observase violado su espacio de caza o si se excitase.
El sol es abrasador en su plenitud. Bebo todo lo que puedo. La gente grita cuando salta a la piscina. Las madres gritan a sus polluelos cuando se acercan a la piscina. Los niños gritan a las madres cuando los sacan del borde de la piscina. El socorrista grita, un padre grita, el mundo grita. Yo soy un zombie y paso por encima de los gritos hasta mi cubil en las entrañas de los gritos y de los chapuzones. Es la entrada al mundo secreto de los zombies piscineantes. La humedad, las arañas y el ruido de las máquinas me hacen olvidar la ausencia. Este es mi mundo y este castillo mi hogar mientras dura la ausencia. Aquí no hay moscas, las arañas atrapan todo lo que se cuela con sus telas. Aquí no hay un calor asfixiante y no existe fregadera ni lavadora ni hay montones de ropas, ni se ve la suciedad en el suelo, ni (…) Aquí me siento bien. Es mi cripta con tierra transilvana. A veces se cae alguien dentro y puedo comer, mitigar mi hambre. Podría solucionar lo de la abstinencia pero soy fiel en la ausencia. 



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