“M” se fue ayer y me dejo la pesada carga que
soporto desde entonces. He aprendido bastante sobre mí en este periodo. He
vivido situaciones difíciles. Yo…he visto cosas que vosotros no creeríais;
atacar mugrientas naves más allá de Mistol. He visto suavizante Flor brillar en
la oscuridad cerca de la puerta maloliente de Tannhauser. Todos esos
momentos….se perderán…en la ausencia… como copos de nieve en la lluvia. Es hora
de limpiar. O…no?.
No. Definitivamente no es el
momento. He seguido el manual operacional del mantenimiento de la flota
imperial a rajatabla y sigo luchando para no caer del todo en el síndrome de
Oslo. Este no es el de Estocolmo, es un
síndrome escandinavo en cualquier caso pero no empatizas con tus captores. En
este síndrome tus captores no están y más que captores son alejadores.
La ausencia y sus consecuencias
me convierten en un zombie. No duermo apenas así que cuando me levanto arrastro
los pies y no articulo palabra alguna. Me sale un hilillo de voz “mjfdha” con
mirada perdida al infinito si me cruzo con alguien en la calle a las 7 a.m.
Saco las llaves y se me caen en la misma puerta en el mismo momento a la misma
hora. “hjdsghsñsdiol” balbuceo al recogerlas y “jhfjhgsnbo!!!” cuando me
salpica el mismo grifo de agua helada al llenar el clorador o cuando tiro el
robot al agua. El sol baña mi rostro y hiere mis ojos porque se me han olvidado
las gafas y el agua refleja la luz y mi silueta de zombie currante a las 8:15.
Arrastro mis pies y pido café “fhsvbfvfe” con una gota de leche “fnmdnfche”.
Mis niveles de cafeína se van equilibrando y voy articulando palabras más
audibles y articuladas. Poco más la verdad. El calor aumenta y con él los
insectos. En mi condición de zombie a las moscas les encanto así que me
acompañan mientras camino en busca de algún cerebro para almorzar. Zumban
alrededor cuando trato de atrapar a una solitaria mujer en el jardín de los
columpios. Es rápida y se me escapa. Los zombies somos lentos, tropezamos y
gemimos con los brazos alzados y las moscas revoloteando alrededor. Los vivos
se nos escapan siempre. Las vivas también. Es una vida muy frustrante la del
zombie. No nos comemos un cerebro, no nos comemos un rosco..
Cuando acabo mis tareas de zombie
piscinero aprovecho mi condición (más de
piscinero que de zombie) y me doy un baño. Eso alejará las moscas y puede que
me despabile un poco más. Puede que gane movilidad. Puede que consiga atrapar a
alguien.
Hace calor en la
casa; ha empezado el verano. Las hormigas aladas eclosionan, las moscan
revolotean, los pájaros cantan y las nubes se levantan. La vida de zombie está
llena de insectos. Arrastro los pies mientras busco mi cerebro.
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