miércoles, 1 de julio de 2015

deiqfhfehhfhder por la mañana



 “M” se fue ayer y me dejo la pesada carga que soporto desde entonces. He aprendido bastante sobre mí en este periodo. He vivido situaciones difíciles. Yo…he visto cosas que vosotros no creeríais; atacar mugrientas naves más allá de Mistol. He visto suavizante Flor brillar en la oscuridad cerca de la puerta maloliente de Tannhauser. Todos esos momentos….se perderán…en la ausencia… como copos de nieve en la lluvia. Es hora de limpiar. O…no?.
No. Definitivamente no es el momento. He seguido el manual operacional del mantenimiento de la flota imperial a rajatabla y sigo luchando para no caer del todo en el síndrome de Oslo. Este no es  el de Estocolmo, es un síndrome escandinavo en cualquier caso pero no empatizas con tus captores. En este síndrome tus captores no están y más que captores son alejadores.
La ausencia y sus consecuencias me convierten en un zombie. No duermo apenas así que cuando me levanto arrastro los pies y no articulo palabra alguna. Me sale un hilillo de voz “mjfdha” con mirada perdida al infinito si me cruzo con alguien en la calle a las 7 a.m. Saco las llaves y se me caen en la misma puerta en el mismo momento a la misma hora. “hjdsghsñsdiol” balbuceo al recogerlas y “jhfjhgsnbo!!!” cuando me salpica el mismo grifo de agua helada al llenar el clorador o cuando tiro el robot al agua. El sol baña mi rostro y hiere mis ojos porque se me han olvidado las gafas y el agua refleja la luz y mi silueta de zombie currante a las 8:15. Arrastro mis pies y pido café “fhsvbfvfe” con una gota de leche “fnmdnfche”. Mis niveles de cafeína se van equilibrando y voy articulando palabras más audibles y articuladas. Poco más la verdad. El calor aumenta y con él los insectos. En mi condición de zombie a las moscas les encanto así que me acompañan mientras camino en busca de algún cerebro para almorzar. Zumban alrededor cuando trato de atrapar a una solitaria mujer en el jardín de los columpios. Es rápida y se me escapa. Los zombies somos lentos, tropezamos y gemimos con los brazos alzados y las moscas revoloteando alrededor. Los vivos se nos escapan siempre. Las vivas también. Es una vida muy frustrante la del zombie. No nos comemos un cerebro, no nos comemos un rosco..
Cuando acabo mis tareas de zombie piscinero  aprovecho mi condición (más de piscinero que de zombie) y me doy un baño. Eso alejará las moscas y puede que me despabile un poco más. Puede que gane movilidad. Puede que consiga atrapar a alguien.
Hace calor en la casa; ha empezado el verano. Las hormigas aladas eclosionan, las moscan revolotean, los pájaros cantan y las nubes se levantan. La vida de zombie está llena de insectos. Arrastro los pies mientras busco mi cerebro.

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