La ausencia sigue su curso.
Largas noches se juntan con largos días. Duermo poco. Me encuentro atrapado
aquí esperando a todos y todo. Tengo trabajo que no puedo hacer porque ha de
venir el Sr Rojo con su máquina de hacer ahujeros. Mi carrera tenística está en
suspenso porque el Sr. Rojo hace fintas. El padel es un desastre continúo de
entre media y 2 bolas de error. Eso me convierte en un iracundo que desea matar
o pegar o autolesionarme o….La crisis económica me ahoga y soy un yonky
pululando por los callejones oscuros rebuscando entre contenedores y cartones.
He tratado de vender las joyas de “M” pero es difícil encontrar un comprador a
algo inexistente. Tengo mocos y estoy solo. Biescas está desierto y es
complicado encontrar algo abierto cuando necesitas relacionarte con alguien.
Además siempre que la soledad te martiriza, la gente que continuamente está a
tu alrededor no puede, quiere o tiene planes, citas, trabajos al otro lado del
mundo, actividades excluyentes, reuniones de colectivos dispares, asambleas de
órdenes ocultas (…) Una pena y un compendio de calamidades para el que espera
sumido en una ansiedad que se retroalimenta precisamente de eso; de la espera.
Esto siempre pasa. Un día cuando
te levantas y el sol brilla, te has acostumbrado a la ausencia y tienes trabajo
que hacer, dinero porque robaste a una viejecita y no necesitas de nadie ni
nada y además piensas ir en bici con un podcast nuevo que estabas esperando
hace tiempo, te llama todo el mundo. Quieres levantarte a tu bola, regodearte
en la soledad, disfrutar de esa cotidianidad que ya has asumido y montarte en
la bici y pedalear. Buscas que te de la brisa en la cara, escuchar una voz
ajena que te cuente un historia de hace cientos de años y tan solo preocuparte por
Colette que no cruce la carretera. Quieres ducharte y cenar algo mientras ves
un documental en la tv o en el ordenador y acostarte y leer. Quizá encender el
fuego y disfrutar de la penumbra, de algo de música o pensar que estas tocando
el ukelele de verdad y tus aullidos no hacen poner en alerta a todo el
vecindario. Entonces te llama todo el mundo. Todo el mundo quiere llevar su
máquina, quedar en terrazas que acaban de abrir, visitarte en tu casa….Dónde
estabais entonces?
No es la vida que esperaba llevar
cuando era joven. Pensaba entonces, en mi tierna adolescencia, que sería
alguien importante en la comunidad. En mi tierna infancia pensaba en ser
piloto, astronauta o vampiro, luego creces y te cambia el chip. Tenía varios
modelos en mi proyecto de futuro los cuales todos eran guapos, fuertes y listos
de narices. Uno de ellos era reportero de guerra pero que casualmente no
curraba nunca, siempre estaba aquí contando la movida al staff de woman secret
y a los colegas. Llevaba una vida al límite y esquiaba en Alaska todos los años
aprovechando algún premio que me daban en los usa. Vivía en un piso siempre en
penumbra y minimalista como en un video de Lenny Kravitz y era guay. Era como
James Bond pero que escribía algún libro tipo “Club de la lucha” o el Quijote
adaptado a estos tiempos que corren. Otra variante a este personaje era un
ejecutivo. La base era la misma pero me dedicaba a otros menesteres. Me impactó
“Wall Street” y bueno..una mente sin hacer y manejable…..
El otro “alter ego” con el que
fantaseaba era un poco más atormentado. Seguía con el staff del calendario de
Reef pero algo le había pasado como al equipo A. Supongo que también me marco
leer Demian y lo del estigma me moló. Este yo de mayor se dedicaba al ajedrez,
al arte o era un hacker buscado y prófugo. O todas esas cosas, que imaginaba
eran fáciles de compaginar. Era una
especie de Robin Hood moderno que luchaba contra el sistema y ayudaba a los
desprotegidos aunque todavía no tenía
muy claro cómo. Este yo también habitaba un piso en penumbra con un habitación
de piedra estilo Batman oculta tras un cuadro enorme de un grabado japonés.
Escribía de vez en cuando artículos que el mundo clandestino veneraba y que
encendían a las masas. No sé, estilo “V de Vendetta” o Moriarty en Sherlock
pero sin mala baba…
Luego cuando crecí, salí al
exterior de mi cáscara me di cuenta que no era así. Que ni siquiera es posible
ser así. Que incluso el mismísimo Batman tendría almorranas y a la larga tantos
golpes le pasarían factura. Pero no solo caí en que yo jamás sería como mis
proyecciones futuras, nadie en el mundo era así o podría serlo. En ese momento
me metí en mi rincón para pensar y vi claramente lo influenciado que estaba por
el cine, la literatura, los comics, el porno y un deseo enorme de escapar de la
realidad. Así que fumé más chuflos, salí siempre que pude de noche y continué
leyendo, escuchando y viendo “novelas de caballerías” mientras me buscaba un
Sancho Panza que me dijese que eran molinos.
La juventud es pensar en el otro
lado del espejo. El síndrome de Peter pan es seguir allí sabiendo que no
existe. Yo en mi madurez solo quiero bajar una lúgubre escalinata y sentarme en
frente de un fuego mientras bebo sangre en una copa y escucho música clásica
pensando en erradicar el reggetón de la faz de la tierra. Esa es mi meta y mi
regalo para la humanidad.
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