El amor es peligroso hoy en día.
Si estás enamorado es algo parecido a ser un creyente católico. A buen seguro
que te señalan por la calle y cuchichean a tus espaldas convirtiéndote en un
apestado de la sociedad. Por eso hoy en día, en pleno siglo 21, todavía hay
parejas que llevan su amor en secreto y que justifican su relación con
superficiales comentarios exculpatorios.
“Me tiene la casa limpia cuándo vengo cansada de trabajar” “No os imagináis la
mano que tiene para el estofado la cabrona…” o el famoso “Buuuffff una loba en
la cama... Se me come por lo pies (cuando tiene el lomo caliente)”. Frases que
son utilizadas para trivializar esa realidad de amor y complicidad entre 2
personas de diferente sexo. Un discurso que da una patina de normalidad y
pragmatismo alejado de sentimientos más hondos y ancestrales que nacen desde las
entrañas mismas.
Me costó mucho llegar al fondo de
esta trama. Fueron semanas de pesquisas y sobornos para confirmar algo que ya sabía.
En realidad parecían una pareja normal. Él, alto porte, hidalgo
de los de monedas en casillero, fidelidad (rojiblanca) antigua, tobillo flaco y galgo
corredor. Guapo por cierto; traje y corbata y flequillo solido. Profesional y
emprendedor. Ella, estilizada, cabello dorado y coqueta. Un alarde de virtudes
femeninas y todo un carácter. Mucha mujer decían algunos…
Fue una historia
de amor desde el primer momento. Se justificaban diciendo que estaban muy lejos
de su casa, la soledad y el carácter montañés les daban vulnerabilidad (él) o
que era algo pasajero, instinto animal y la búsqueda de una cena
caliente al llegar a casa (ella). En el fondo era atracción sincera y platónica,
desinteresada y urgente. Salvaron escollos para mantenerse unidos en esa
tormenta que es el amor como Hugo Silva, la distancia, el paracetamol
homeoprazol (..) ruidos esporádicos y hábitats nuevos. Superaron juntos la
enfermedad (celiaquía) y la pobreza (algún tratamiento de belleza). Y su amor
se asentó. Se hizo fuerte y dejó de ser rápido (lo que eran 9 meses se convertían
en 5) y sumido en una vorágine continua.
Y él, enamorado, quería asentar
esto; dar otro paso porque lejos de esa apariencia distante, atareada siempre,
respiraba amor. Ella, digna e impasible en su papel, rechazaba el ofrecimiento
de ése símbolo que es el matrimonio. Los “Y” siempre pagan sus deudas y al
final cumplió con los dictados de su corazón y cambió su capa con “X”.
El señor “X” salió de su oficina (pto
B) a las 17 horas, con una velocidad constante de 20 m/sg a recoger a la Sñra “Y”
(pto B) a una distancia de 1,7 Km. Si sabemos que se casaron a las 18 horas a
una distancia del punto B de 2,6 Km…despejar las incógnitas no sería muy difícil.
Así me lo explicaron a mí, con
esta ecuación que disimula la realidad del amor. También me expusieron otras
ecuaciones tipo de si tengo x y me desgravo x-y, rentabilizo –y (deduciendo
anillos, rosas rojas y tele-pizza matrimonial) en un 10%. También me incluyeron
la máxima femenina de si lo dejo me
llevo hasta el abono del Calderón para que sonase a triunfo debajo de la capa y
las consabidas frases de “no es x nosotros” o “esto no cambia nada”.
Lo cierto que la urgencia del
amor les llevó a olvidarse de violinistas y alcobas con pétalos de rosas,
burbujas en copas de cristal fino y lencería de raso. A mí no me engañáis…os gustáis…y
además te he pillaaaao. Eso sí, no digo nada.