El plan. El jodido plan. No es
fácil porque es el enésimo proyecto y he hecho de todo. “M” se prodiga mucho en sus ausencias y todo tiene un límite
y este me lo salté hace meses cuando suplante la identidad de Sherlock y fui
británico. He probado a abrazar el zen y practicar el bushido, simulé ser un
astronauta colonizando la galaxia Serrablo, un psicópata, amo de casa que busca
integración en el vecindario y hasta me volqué en la deep web haciéndome pasar
por Laura; una preciosa lesbiana de pechos turgentes, pelirroja en una crisis
existencial para más datos. He hecho cosas que jamás creeríais, he vivido vidas
míticas en lugares ordinarios, conquistado tierras ignotas en lugares
tripadvisados y viajado en el tiempo (acabo de sentir un escalofrío) en un
presente rutinario. Fui vikingo en el Gállego y el único superviviente de un
ataque zombie que asoló Biescas. He atravesado las puertas de la soledad en un
paisaje post apocalíptico y visto brillar la luz en la oscuridad….ahora todo se
perderá como pelos de Colette en el borrascazo que está cayendo y me condena a
no hacer nada para combatir mi exceso de energía. Es hora de mojarse..?
Seguiré con el plan más adelante
porque solo hay una cosa peor que la soledad por decreto; la compañía impuesta.
El teléfono ha sonado varias veces hoy y todas me han hecho temblar. Pero voy muy
deprisa y necesito dar un salto atrás; un flashback que dirían mis amigos
micro-meneados y netflixados. En el texto superior hablo de un escalofrío justo
cuando escribía y en ese preciso momento recibía una llamada de teléfono.
Llovía a mares. La humedad junto
a la sobrecarga y el puto sofá mientras metía la puta alfombra debajo del mismo
(modo twister: tirado y empujando con una pierna la alfombra y sobre rotado
para levantar el sofá) habían hecho que mi vieja lesión se reprodujese postrándome
a la molicie durante la ausencia. El cielo es gris siempre ahora que “M” no está.
Pero aquí vuestro anti-héroe estaba en uno de sus momentos más bajos.
Necesitaba un agua hace días él y la casa. En la cocina se amontonaban
desperdicios y vajilla sucia, bolsas de basura y una comunidad de
nabucondorcitos entre un mar de pelos en marejada constante.
Pero volvamos a la llamada y a la
figura que estaba al otro lado; un fantasma del pasado. Se concretó una cita
hace tiempo concertada en un sitio discreto para hablar de negocios. Seguía
lloviendo porque cuando “M” se va siempre llueve. A los 10 minutos la humedad
había hecho mella en mi espalda y tenía los pies empapados. 5 minutos más y el
acuerdo se había cerrado para más adelante cuando el tiempo nos dejase actuar.
A partir de allí llegó una serie de cafés en una serie de bares para matar el
tiempo mientras hablábamos de asuntos, bandas y negocios, mujeres de mala vida
entre viñas y excelencias de tal o cual “mandanga”. Largas disertaciones sobre
tecnicismos varios y la conveniencia de una u otra pipa, moto-sierra, calibre,
motores, política, filosofía (..)
Esto se alargo hasta la comida
entre café y la última generación para fumar hierba con sistema electrónico de
desecación y nivel ajustable de consumo de alcaloides y thc debidamente explicado
y concienzudamente desarrollado entre paradas para otras disertaciones sobre el
tiempo, previsiones, isobaras coincidentes, gradientes (..) Para entonces mi
espalda estaba totalmente contracturada y la humedad hace tiempo que se había adueñado
de mis huesos.
Seguía lloviendo y hablando mi fantasma.
Comiendo, en el café posterior, en casa en el sofá, mientras iba al baño,
mientras veíamos fotos antiguas, durante la enésima película que no veíamos (…)
Me dolía la espalda, quería tirarme en el sofá y aplicar calor mientras
disfrutaba del silencio. Pensé en matarlo. Limpiamente. Total, tal y como
estaba la casa no se notaria un cadáver ni la sangre. Quería recuperar la ausencia
y poder compadecerme de mis males sin escuchar una alocución sobre lo que
fuese.
Al final se fue. Con la oscuridad
se montó en su furgoneta hablando con alguien por teléfono y lo escuché
alejarse disertando sobre la excelencia de los hidratos en la dieta mediterránea.
Estaba solo mientras llovía y la espalda ya no me dejaba alcanzar los 35 grados
de verticalidad. El disfrute del silencio me llevo a pasear a Colette como un
austrolopitecus semi-erguido y a cazar la cena. Regresé al frío de mi cueva arrastrándome
y cargado de bolsas. Demasiado cansado para encender el fuego. Demasiado
cansado para hacer nada útil.
Me tiré en el sofá (bendito sofá)
con la manta eléctrica (bendita electricidad) y me tapé bajo 2 mantas (2
benditas mantas!). Durante 2 horas no hubo ruidos ni sonidos. No existía la
ausencia ni la soledad (bendita soledad) ni siquiera la construcción de un plan
para sobrellevar mi desdicha y mis males. Sigue lloviendo pero el silencio es
total. Ayer no merendé y la cena fue frugal pero todo fue silencioso y
armonioso. Esta ausencia es especialmente mala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario