martes, 22 de noviembre de 2016

Debajo del fondo



El plan. El jodido plan. No es fácil porque es el enésimo proyecto y he hecho de todo. “M” se prodiga  mucho en sus ausencias y todo tiene un límite y este me lo salté hace meses cuando suplante la identidad de Sherlock y fui británico. He probado a abrazar el zen y practicar el bushido, simulé ser un astronauta colonizando la galaxia Serrablo, un psicópata, amo de casa que busca integración en el vecindario y hasta me volqué en la deep web haciéndome pasar por Laura; una preciosa lesbiana de pechos turgentes, pelirroja en una crisis existencial para más datos. He hecho cosas que jamás creeríais, he vivido vidas míticas en lugares ordinarios, conquistado tierras ignotas en lugares tripadvisados y viajado en el tiempo (acabo de sentir un escalofrío) en un presente rutinario. Fui vikingo en el Gállego y el único superviviente de un ataque zombie que asoló Biescas. He atravesado las puertas de la soledad en un paisaje post apocalíptico y visto brillar la luz en la oscuridad….ahora todo se perderá como pelos de Colette en el borrascazo que está cayendo y me condena a no hacer nada para combatir mi exceso de energía. Es hora de mojarse..?
Seguiré con el plan más adelante porque solo hay una cosa peor que la soledad por decreto; la compañía impuesta. El teléfono ha sonado varias veces hoy y todas me han hecho temblar. Pero voy muy deprisa y necesito dar un salto atrás; un flashback que dirían mis amigos micro-meneados y netflixados. En el texto superior hablo de un escalofrío justo cuando escribía y en ese preciso momento recibía una llamada de teléfono.
Llovía a mares. La humedad junto a la sobrecarga y el puto sofá mientras metía la puta alfombra debajo del mismo (modo twister: tirado y empujando con una pierna la alfombra y sobre rotado para levantar el sofá) habían hecho que mi vieja lesión se reprodujese postrándome a la molicie durante la ausencia. El cielo es gris siempre ahora que “M” no está. Pero aquí vuestro anti-héroe estaba en uno de sus momentos más bajos. Necesitaba un agua hace días él y la casa. En la cocina se amontonaban desperdicios y vajilla sucia, bolsas de basura y una comunidad de nabucondorcitos entre un mar de pelos en marejada constante.
Pero volvamos a la llamada y a la figura que estaba al otro lado; un fantasma del pasado. Se concretó una cita hace tiempo concertada en un sitio discreto para hablar de negocios. Seguía lloviendo porque cuando “M” se va siempre llueve. A los 10 minutos la humedad había hecho mella en mi espalda y tenía los pies empapados. 5 minutos más y el acuerdo se había cerrado para más adelante cuando el tiempo nos dejase actuar. A partir de allí llegó una serie de cafés en una serie de bares para matar el tiempo mientras hablábamos de asuntos, bandas y negocios, mujeres de mala vida entre viñas y excelencias de tal o cual “mandanga”. Largas disertaciones sobre tecnicismos varios y la conveniencia de una u otra pipa, moto-sierra, calibre, motores, política, filosofía (..)
Esto se alargo hasta la comida entre café y la última generación para fumar hierba con sistema electrónico de desecación y nivel ajustable de consumo de alcaloides y thc debidamente explicado y concienzudamente desarrollado entre paradas para otras disertaciones sobre el tiempo, previsiones, isobaras coincidentes, gradientes (..) Para entonces mi espalda estaba totalmente contracturada y la humedad hace tiempo que se había adueñado de mis huesos.
Seguía lloviendo y hablando mi fantasma. Comiendo, en el café posterior, en casa en el sofá, mientras iba al baño, mientras veíamos fotos antiguas, durante la enésima película que no veíamos (…) Me dolía la espalda, quería tirarme en el sofá y aplicar calor mientras disfrutaba del silencio. Pensé en matarlo. Limpiamente. Total, tal y como estaba la casa no se notaria un cadáver ni la sangre. Quería recuperar la ausencia y poder compadecerme de mis males sin escuchar una alocución sobre lo que fuese.
Al final se fue. Con la oscuridad se montó en su furgoneta hablando con alguien por teléfono y lo escuché alejarse disertando sobre la excelencia de los hidratos en la dieta mediterránea. Estaba solo mientras llovía y la espalda ya no me dejaba alcanzar los 35 grados de verticalidad. El disfrute del silencio me llevo a pasear a Colette como un austrolopitecus semi-erguido y a cazar la cena. Regresé al frío de mi cueva arrastrándome y cargado de bolsas. Demasiado cansado para encender el fuego. Demasiado cansado para hacer nada útil.
Me tiré en el sofá (bendito sofá) con la manta eléctrica (bendita electricidad) y me tapé bajo 2 mantas (2 benditas mantas!). Durante 2 horas no hubo ruidos ni sonidos. No existía la ausencia ni la soledad (bendita soledad) ni siquiera la construcción de un plan para sobrellevar mi desdicha y mis males. Sigue lloviendo pero el silencio es total. Ayer no merendé y la cena fue frugal pero todo fue silencioso y armonioso. Esta ausencia es especialmente mala.

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